
Principio 1 Llegar a comprender contra lo que estamos luchando
Estos comportamientos son comportamientos muy adictivos. Citaremos al Rav Abraham J. Twerski en una charla que dio recientemente:
No tienen idea de la cantidad de personas que han caído víctimas de la pornografía en internet. Nunca hubiéramos pensado que este tipo de personas pudiera caer en tan bajo nivel.
Es de esperar que las personas que tienen Temor del Cielo no irán detrás de ese tipo de basura y ese tipo de indecencia. Sin embargo, es perfectamente posible que mientras bobeas en el internet, puede ocurrir que aprietes una tecla y se te abra una pantalla con una escena pornográfica. Tú no la estabas buscando, pero te pasó. Tienes exactamente tres milésimas de segundo para cerrar la ventana. Y si permaneces por cuatro milésimas de segundo, ya te hiciste adicto. Así de grave es. Es una de las adicciones más poderosas. Día tras día, recibo cartas y llamadas de personas que dicen: “¿Qué puedo hacer para salvarme?”
Si encontramos que continuamos cayendo en comportamientos inadecuados que van en contra de nuestra conciencia y nuestro sano juicio, y ya hemos tratado infinidad de veces de evitar dicho comportamiento en el pasado pero al final volvemos a caer, entonces muy probablemente estemos frente a una adicción. Como dijo el Rav Abraham J. Twersky: La diferencia fundamental entre el hombre y el animal no es que el hombre es más inteligente, sino que los animales son criaturas que no tienen elección sobre su comportamiento y deben responder a las demandas de su cuerpo. No pueden elegir lo que deben hacer. En cambio, el hombre tiene el poder del autocontrol, de elegir su forma de comportamiento, aun ignorando sus necesidades físicas. Si la persona pierde su capacidad para elegir y pasa a ser dominada por sus deseos, a los que no puede controlar, entonces dicha persona se convierte en una adicta.
Intentamos hacer teshuvá (arrepentirnos) muchas veces en el pasado, pero el modelo estándar de teshuvá (azevat hajet – abandonar el pecado, jaratá – arrepentimiento y kabalá al habá – determinación de ahora en adelante) ya no siempre funciona. La adicción es un tipo de enfermedad, y nuestros Sabios entendieron la naturaleza de la adicción tal como la describe la Guemará (Avodá Zará 17a) en relación con la historia de Ben Durdayá, quien estuvo con todas las prostitutas del mundo: “Keván dehava adik be’averá tuva, keminut dame – Por cuanto estuvo habituado a los pecados sobremanera, eso se compara con la herejía”. El Rav Twersky señala que la palabra “adik” es muy similar a la palabra “adicto”. También, Rav Así decía: “El Yetzer Hará al principio es comparado con un hilo de una telaraña, y al final termina siendo una soga utilizada para amarrar el ganado”. Nuestros Sabios reconocen que una vez que una persona comete varias veces un mismo pecado, “este se convierte en algo permitido para la persona”. Mucho más aún, en este aspecto, nuestros Sabios dicen: “Cuanto más se lo alimenta, más hambriento se vuelve”. Por lo tanto, las técnicas de teshuvá estándar ya no resultan suficientes en nuestro caso. Una vez que estos comportamientos alcanzan niveles de adicción, la fuerza de voluntad no es suficiente para tratar estas conductas, y ya no se trata de un tema de “Yetzer Hará”. La adicción es una enfermedad espiritual y psicológica. Es importante entender que no estamos simplemente lidiando con un Yetzer Hará “más fuerte que de costumbre”, y nosotros no somos personas de voluntad débil que no nos podemos controlar. El Séfer Hajinuj sobre la mitzvá (precepto) 387: “No vayas detrás de tu corazón ni detrás de tus ojos” compara la adicción al alcohol con la adicción a la lujuria, diciendo que cuando más se la alimenta, más se quiere y más difícil es liberarse. La naturaleza de la adicción se compara con alguien que está parado sobre las vías del tren mientras ve cómo el tren avanza sobre él, y sin embargo, no puede moverse de allí. Y, tal como escribió el Rav Twersky en su libro “Pensamiento Adictivo”: “Ponemos las manos en el horno, nos quemamos, y sin embargo, nos sentimos forzados a hacerlo de vuelta”.
¿Cómo es que estos comportamientos nos llevan a la adicción? Es simplemente neurociencia. Así como ocurre con cualquier otro placer, el placer sensorial es estimulado por el cerebro. Ya sea cocaína, alcohol o el placer que uno puede tener viendo escenas inadecuadas en una película, los niveles de serotonina se disparan y las vías del placer dopaminérgico se activan en el patrón de “adicción” estándar. De hecho, en un estudio realizado se demostró que estas conductas son MUCHO MÁS adictivas que la mayoría de las drogas. No es de extrañar que esto así sea. Es una estimulación de placer muy fuerte, mucho más directa que una droga potente. Y cuando la persona se expone repetidas veces a ciertos tipos de estimulación, entonces tiende a buscar estimulaciones mucho más intensas y perversas, que lo conducen a ese ciclo
autodestructivo vicioso, típico de las adicciones. Lo que ayer era suficiente para alcanzar “un estado alegre”, hoy ya no es suficiente para lograr el mismo efecto.
La adicción no aparece de la noche a la mañana, sino que la vamos desarrollando lentamente con el tiempo, a través de nuestra costumbre de llevar pensamientos prohibidos a nuestra mente, ya sea viendo material inapropiado o mediante la masturbación y las fantasías. Y lo hicimos miles de veces. Y cada vez que lo hicimos, sí, cada vez, estimulamos las vías neuronales en nuestro cerebro que se fortalecen más y más. Y hoy en día estas vías están profundamente arraigadas en nuestras mentes.
Hay también muchos niveles respecto de esta adicción. Cuantas menos veces vayamos detrás de estos deseos sexuales incontrolables, menos definidas estarán estas vías neuronales en nuestro cerebro y por lo tanto, la adicción se encontrará en un nivel no tan avanzado. Esto es vital para comprender este tema y debe servirnos como un fuerte incentivo para que hagamos todo lo que esté en nuestras manos para detener estas conductas AHORA. Cada vez que vayamos detrás de la lujuria, estamos empeorando la adicción, y será mucho más difícil tratarla.
Los síntomas de esta adicción tienen dos aspectos. En primer lugar, acostumbramos a nuestra mente a desear la descarga química que nos da este apetito sexual descontrolado, de la misma manera que el alcohólico desea el alcohol. Hemos aprendido a utilizar esta lujuria como una droga para propósitos de auto-relajación. Ansiamos “perdernos” en ella para “curar” nuestros sentimientos de incapacidad, culpa y depresión, o simplemente, para escapar de las realidades de la vida. El segundo síntoma de la adicción es que la estimulación dispara una excitación sexual mucho más fuerte para los adictos en comparación con el promedio de la gente. Nos volvemos hipersensibles a la estimulación hasta el punto de que nos sentimos impotentes cuando nos enfrentamos cara a cara con la lujuria. Esta es en realidad una condición médica/psicológica que puede ser probada a través de medios científicos. En la mente de alguien que padece esta condición, las vías de placer dopaminérgico en el cerebro se disparan mucho más rápido y mucho más intensamente que en las personas normales.
Es importante entender que como adicción, esto no es simplemente algo que podemos eliminar si alguien nos disuade de hacerlo. Un terapeuta puede ayudarnos a descubrir en primer lugar por qué nos hemos vuelto adictos, pero eso sólo no es suficiente. Ahora que tenemos estas vías neuronales arraigadas en nuestra mente, todo el entendimiento del mundo no cambiará el hecho de que tenemos este problema, de la misma forma que, cuando tenemos una pierna rota, el hecho mismo de comprenderlo no la curará. Es importante también entender que una vez que la adicción alcanzó niveles avanzados, es probable que permanezca allí para toda la vida, como dice el refrán: “Una vez adicto, siempre adicto”. Es decir, una vez que entrenamos a nuestra mente a utilizar el deseo sexual como una droga, debemos aprender a mantenernos bien alejados de ella. Y no interesa lo que pensemos que hayamos avanzado en esta lucha, con sólo una vez que nos permitamos “beber” ese primer trago, nos vamos a sentir indefensos otra vez. En la literatura de los 12 pasos, la adicción es comparada con una alergia. Si una persona tiene una reacción alérgica a los cacahuates, por ejemplo, no podrá acercarse a ellos sin tener una reacción alérgica. Y aunque no haya probado los cacahuates durante veinte años, en el momento que vuelva a comerlos, ¡la reacción alérgica volverá con todas sus fuerzas! Como está escrito en uno de los folletos que contiene los 12 pasos:
El deseo sexual para nosotros es como un paseo en la montaña rusa. Una vez que empiezas, es casi imposible de parar. Por eso ese apetito sexual incontrolable debe detenerse ni bien comienza, con el “primer trago”. Por lo tanto, para salir de la influencia de la lujuria es necesario que en primer lugar evitemos subirnos a bordo.
Nuestra adicción a la lujuria es como el problema del alcohólico con el alcohol. Así como el alcohólico no puede tolerar un solo trago de alcohol, así tampoco nosotros podemos tolerar un solo “trago” de lujuria. La lujuria lleva a más lujuria, hasta que nos emborrachamos con ella. Una vez borrachos, nos resulta casi imposible resistirnos a esas ganas de satisfacer ese apetito sexual incontrolable. Para nosotros, ya no funciona el hecho de tener solo un poco de lujuria.
Pero tan espantoso como esto pueda parecer, no es en realidad tan terrible. Una persona que tiene una deficiencia crónica de hierro puede llevar una vida perfectamente normal, siempre y cuando tome su pastilla diaria de hierro. Una persona que sufre de diabetes también puede llevar una vida normal, siempre y cuando reciba su cantidad necesaria de insulina. Lo mismo ocurre con nosotros; podemos sufrir de un tipo de enfermedad, pero hay muchas técnicas que pueden utilizarse como nuestro “remedio” diario, para mantener la adicción controlada.
En lugar del modelo de teshuvá (arrepentimiento) estándar, necesitamos comenzar a cambiar toda nuestra actitud. Aprendemos las herramientas y técnicas de cómo evitar la lujuria en lugar de tratar de luchar contra ella frente a frente. Y aprendemos a entregar nuestra voluntad a Hashem y a vivir con Su ayuda, en lugar de tratar de utilizar nuestras propias fuerzas para luchar contra algo que es más fuerte que nosotros.