09. Principio Aprender a amar a Hashem a través de esta batalla

09. Principio Aprender a amar a Hashem a través de esta batalla

Esta batalla es el terreno fértil en el cual se formará nuestro verdadero yo. Y a través de dicha batalla, aprendemos la forma de dedicar nuestro corazón a Hashem. Y es de esperar que, en algún momento, podamos mirar hacia atrás y decir que todo el esfuerzo valió la pena. Después de todo, para qué bajamos a este mundo, sino para aprender cómo entregar nuestro corazón a Hashem. Como dice el versículo (Mishlé 23:26): “Tená, bení, libejá Li – Hijo Mío, entrégame tu corazón”. A través de esta batalla, aprendemos a someter nuestra voluntad y nuestras vidas a Hashem de una manera muy profunda. Y esto es algo que la mayoría de la gente no tiene el mérito de aprender, incluso en sus 120 años de vida en este mundo. Por lo tanto, en un sentido más profundo, esto es un verdadero regalo de Hashem y una señal de Su amor por nosotros, sólo si lo sabemos utilizar correctamente.
No importa cuántas veces hayamos caído, nunca debemos considerar que somos “despreciados” por Hashem o imaginar que Hashem está molesto o frustrado con nosotros. Por el contrario, al aprender a subyugar nuestra voluntad a Hashem, comenzaremos a sentir que Hashem es verdaderamente nuestro más cercano y eterno amigo.
A medida que progresamos y maduramos, comenzamos a ver nuestra relación con Hashem desde un nivel mucho más íntimo. Comenzamos a darnos cuenta de cómo ese apetito sexual incontrolable, trata de entremeterse entre “nosotros y Hashem” y ¡dificultar el más grande amor que pudiera existir!
Para aprender cómo redirigir nuestro amor hacia Hashem a través de esta batalla, presentamos aquí un enfoque muy útil extraído del Libro Sagrado, Nóam Elimélej de Rabí Elimélej de Lizensk (parashat Beshalaj): Yaakov Avinu, de bendita memoria, servía a Hashem a través de su midá (atributo) de “tiféret” (que significa “belleza imponente”). Y de todo lo que veía, oía, hacía o comía, tomaba de ello la imponencia del Creador Bendito Sea Él. Es decir, si comía algo sabroso, él pensaba: “Este alimento no es sino una creación. ¿Quién puso el gusto en este alimento? ¿No fue el Creador Bendito sea Él? Y si este alimento es tan sabroso, ¿no es obvio que todo lo bueno y placentero ha de encontrarse en el Creador -que Su Nombre sea enaltecido- sin límites ni fronteras?” Y así pensaba con cada cosa. Y con esto entendemos el versículo: “Y Yaakov besó a Rajel.”
Cuán gratificante y hermoso es tratar de aplicar la midá de Yaakov Avinu en nosotros mismos. Siempre que veamos algo que vuelca nuestro corazón hacia estos deseos, debemos decirnos a nosotros mismos: “Si esto es verdaderamente bueno y yo lo deseo mucho, cuánto más deseable debe ser estar conectado con Hashem, ya que en Él reside toda la belleza, el confort, la seguridad, el amor y el placer. (Después de todo, si no hubiera estado todo en Él, entonces, ¿habría podido crearlo Él?) Todos nosotros poseemos un “hueco Divino” que tratamos de llenar todo el tiempo. Hashem nos dio una profunda necesidad subconsciente de buscarlo a Él todo el tiempo, puesto que Él es la fuente de todo lo que necesitamos. Nuestra mente física simplemente confunde las señales del anhelo de nuestra alma. La belleza que vemos en este mundo no es más que una sombra fugaz de lo que es en verdad.
El Báal Shem Tov también habla mucho acerca de cómo estos deseos son “amores frustrados” que tienen su raíz en el mundo espiritual superior de “Ahavá” (amor). Como se encuentra escrito en la parashá Lej Lejá:
Todo (en este mundo) es una proyección de HaKadosh Baruj Hu a través de Sus atributos de amor y temor, como es sabido. Pero el amor se encuentra en el exilio, cubierto a través de lo físico, ya sea a manera de mujer o de alimento… Uno debe decirse a sí mismo en el corazón: Si amo esto “que es tan sólo un amor frustrado”, bajo el disfraz de una gota putrefacta (que en definitiva es de donde todos venimos), ¡cuánto más tengo que amar al Santo Bendito Sea!
Aquellos que debemos luchar contra estos deseos podemos utilizar esta lucha como un trampolín para alcanzar el Ahavat Hashem (amor a Hashem). Y cuando lo logramos, ¡estamos elevando los deseos físicos más grandes, transformándolos en un profundo amor por Hashem! Esto constituye un elevado nivel de servicio Divino. También podemos ver este atributo en juego cuando Yaakov se encontró con su hijo Yosef después de 22 años y, como nos dicen Jazal, Yaacov dirigió su amor hacia Hashem a Keriat Shemá. Nosotros podemos crecer en este sentido: si cada vez que sentimos deseos que no son saludables, nos dirigimos a Hashem y le rezamos: “Hashem, por favor, ayúdame a encontrar en Ti lo que estoy buscando a través de este deseo sexual incontrolable”.
Los libros hablan acerca de que el deseo más elevado que puede tener un judío es ser dovek – permanecer ligado a Hashem y a la inmanencia de la Shejiná. En realidad, supuestamente se trata de una especie de “lujuria”, tal como escribe el Rambam (Maimónides, Mishné Torá, “Leyes relativas al Arrepentimiento”, 10:3):

¿Qué tipo de amor es el que debemos sentir por D’os? Un amor extremo e intenso hasta el punto tal de que el individuo llegue a sentirse embriagado por ese amor tan profundo hacia D’os, como aquel hombre apasionadamente enamorado de una mujer, a la que no puede apartar de su mente, ya sea al levantarse, al sentarse, al comer o al beber. Más intenso aún debe ser el amor por D’os en el corazón de aquellos que Lo aman, y este amor debe constantemente absorber a la persona, conforme al mandamiento: “Le amarás con todo tu corazón y con toda tu alma” (Cantar de los Cantares 2:5). De hecho, todo el Libro de Cantar de los Cantares es una descripción alegórica de este amor.

Write a Comment